Como líder, recuperarse es una de las cosas más valiosas que he aprendido en la vida. Recuperarse no es lo mismo que resiliencia. Recuperarse es mucho más que sobrevivir a una situación y volver a ponerse de pie.

Recuperar tiene que ver con la creencia de que seremos capaces de remontarnos de situaciones difíciles o difíciles y, al hacerlo, volveremos ganadores, obteniendo mejores resultados y progresando más. Recuperarse es volver, pero con más fuerza, más deseo, más energía, más estatura y más éxito, con mucho más ímpetu que antes.

Una pelota de goma roja que adoraba cuando era niña es el origen de mi idea de rebotar. Cuanto más fuerte lanzaba esa pelota contra el suelo, más alto rebotaba. Lo recuerdo como mágico, invencible y desafiante de la gravedad. ¡Siempre rebotaba mucho más alto y se hacía más fuerte!

El poder de recuperarse, el conocimiento de que podemos recuperarnos, ha ayudado repetidamente a lograr el punto de inflexión de la recuperación y me ha guiado a mí y a muchos otros en nuestro camino de regreso con un deseo renovado. Saber que podemos recuperarnos, con esa fe de que lo haremos con la ayuda de Dios, nos ha motivado, alentado y ha sido la fuente divina de nuestra inspiración. Nos ha posicionado para tener éxito sin importar cuán duro sintamos la caída o el empujón.

“Cada aflicción enseña, cada fracaso deja lecciones que nos hacen crecer”.

- - Ines Temple, CEO de LHH DBM Perú y LHH Chile

Hay muchas razones para caer - decepciones, deslealtades, egoísmo, pérdidas, despidos, traiciones o desamores, tanto personales como profesionales - y nuestra reacción es diferente en cada caso. Pero todos sabemos cómo se sienten estas caídas, cómo duelen y cómo pueden hundirnos y quitarnos toda nuestra energía e incluso nuestras ganas de luchar.

Pero siempre hay un punto de inflexión, y llega cuando tocamos fondo, cuando sentimos que no podemos aguantar más, estamos dispuestos a rendirnos y abandonar la lucha, nos abruma la autocompasión. Pero justo en ese momento, cuando estamos en el fondo del hoyo, es cuando logramos recordar la pelota de goma lanzada con fuerza contra el piso, cuando redescubrimos la creencia liberadora de que podremos rebotar, que rebotaremos. espalda; que, como antes, volveremos con más ilusión y más fuerza, resurgiendo con más ganas de ir más alto.

¿Por qué la idea de rebotar funciona, nos inspira tanto y nos ayuda a salir adelante con más fervor que antes? He aprendido que es porque cuando caemos, aprendemos, nos hacemos más fuertes. Cada aflicción enseña, cada fracaso deja lecciones que nos hacen crecer. Cada uno de ellos nos obliga a establecer y ordenar prioridades, a ser más efectivos, a definir lo que queremos y cómo lo queremos, a pensar en salidas o soluciones, a evaluar opciones y necesidades, y a deshacernos del equipaje extra que ya no es útil. También nos obliga a transformar los miedos y las dudas en nuestros mejores aliados, que nos dan la fuerza para recuperarnos.

Es decir, las cataratas nos preparan para volver a la batalla mejor equipados, con las ideas más claras y un espíritu con más ganas de triunfar y triunfar. La caída nos hace más sabios; rebotar nos convierte en ganadores.