Nunca esperé protagonizar mi propia versión de Día de la Marmota. ¿Tuviste? Llevamos unos 200 días de pandemia. Para muchas personas, son 200 días de relativamente el mismo día exacto. No tenemos nuestras estructuras habituales de fin de semana, lo que facilita que el trabajo se filtre en la vida hogareña y el tiempo de relajación, por lo que cada día se mezcla con el siguiente. Hoy se convierte en ayer, que se convierte en mañana, que se siente igual.

El ajuste más devastador para muchas personas ha sido la pérdida de los ritos de iniciación. Se cancelan bodas y graduaciones. Las personas están muriendo y sufriendo solas, incapaces de ayudar a sus seres queridos en los momentos finales antes de la muerte o unirse para honrar sus vidas en los funerales.

Pero más allá de estos hitos fundamentales, tampoco tenemos las alegrías más ligeras de las vacaciones familiares, los eventos deportivos o los festivales de verano. Si bien no son tan conmovedores, proporcionan marcadores esenciales para delimitar esta semana de la siguiente y ofrecen momentos que esperar. Ahora se han ido.

A nivel macro, mucha gente ha aceptado tristemente esta pérdida y ha seguido adelante. Pero en el nivel micro, estancados en nuestras rutinas, muchos de nosotros no hemos desarrollado alternativas a los placeres habituales que alguna vez dimos por sentado.

Esas rutinas son la antítesis de la creatividad, del sentimiento de novedad que tanta gente necesita en estos días.

Cuando la pandemia golpeó por primera vez, muchos artículos aconsejaban a las personas que trabajaban desde casa que desarrollaran rutinas para ayudar a crear una sensación de normalidad. Si bien este es un buen consejo, la otra cara es que las rutinas pueden conducir a rutinas.

Las rutinas están rancias. Nos atrapan en la rigidez del pensamiento, y la rigidez del pensamiento es un enemigo formidable e invisible. Nos hacen prisioneros de nuestras propias perspectivas. Sin nuevos estímulos o alteraciones de patrones, es fácil que nuestros procesos de pensamiento se contraigan. Cuando nos contraemos, nos falta creatividad, que es el elemento vital de la innovación en la vida y los negocios. Mientras nosotros podemos Cuidamos de nuestra vida familiar y laboral, no podemos abordarlos con la creatividad que merecen.

Además de esto, las rutinas son destructivas para nuestra salud mental, y hasta que una vacuna permita algunas de nuestras antiguas libertades, cuidar nuestra salud mental debería ser una preocupación fundamental.

¿Entonces, qué podemos hacer?

  • Comience con la atención plena, una práctica de observarse a sí mismo. Determina si en en una rutina. Quizás no lo eres. Esta no es una talla única para todos, y si está prosperando, eso es realmente fantástico. Si no está prosperando, preste atención a cuando porque.
  • Intente hacer algo diferente. No subestime el poder de alterar su rutina. Algo tan simple como leer libros de un género nuevo o leer por las mañanas en lugar de por las noches puede ayudar a cambiar su perspectiva.
  • Identifica e invierte tus hábitos. Si hace ejercicio duro todos los días, salga a caminar. Si no está haciendo ejercicio, comience. Invierta el hábito y vea cómo se siente.
  • Intenta algo nuevo. Medita, juegue juegos en lugar de mirar televisión, Zoom a su familia extendida. Pregúntese qué no ha hecho antes y pruébelo.
  • Desarrolle planes para el futuro. ¿Cuáles son las diez mejores cosas que hará cuando la vida vuelva a la normalidad? ¿Visitarás algún restaurante familiar favorito? ¿Qué pasa con los principales logros de su vida? ¿Siempre has querido ir a Grecia? La pandemia ha sido un recordatorio de que la vida es corta, así que haga esos planes que siempre ha querido hacer. Es importante tener momentos que esperar.
  • Crea tu propia mesa mixta. Programe y reúna a las personas para que trabajen en desafíos de pensamiento, preguntas o problemas que tenga para sí mismo o cómo será su mundo después de la pandemia. Piense en lo que puede hacer al respecto.
  • Programe su tiempo creativo para evitar caer en la rutina. Esa creatividad es esencial, pero si no está programada, no sucederá.

COVID es el vecino que ninguno de nosotros pidió, de esos que comienzan los proyectos de construcción a medianoche. Y no se moverá pronto. Entonces, tenemos que aprender a vivir con eso. Es la diferencia entre sentir vergüenza al darte cuenta de que no tienes idea de qué día es y esperar un nuevo pasatiempo que exploras todos los martes. No tenemos esas vacaciones y no tenemos esos festivales de verano, pero podemos alterar nuestras rutinas. Podemos planificar para el futuro, programar tiempo creativo e infundir energía en experiencias que ahora se sienten banales y repetitivas. Si somos conscientes, evitaremos que la rigidez de pensamiento se arraigue y seremos capaces de infundir en nuestras empresas y vidas la creatividad y la consideración que merecen.

Publicado originalmente el 3 de diciembre de 2020 en Real Leaders, la publicación de socio preferido de YPO.